Un campesino había decidido entrenar a su burro enseñándole a comer cada vez menos.Así, cada día le reducía la ración de alfalfa para que se fuera acostumbrando gradualmente pues su corazón le indicaba al dueño del animal que el proceso debía ser así, lento, para que el animal no sufra.
¿cómo viene a morirse en este momento? Tanto esfuerzo para nada…” era su lamento
Pasaron los días y el pobre animal cada día más delgado recibía menos y menos alimento, se estaba quedando sin fuerzas así que rebuznaba menos ruidosamente de manera que el campesino se ponía contento, decía que porque el animal se estaba acostumbrando tanto que se quejaba poco.
Había “comprendido” el burro que debía colaborar con su dueño
Unos días después al burro dejó de rebuznar lo cual puso feliz a su dueño ya que había “aprendido a no quejarse…”, había “comprendido” el burro que debía colaborar con su dueño en lugar de exigir alimentos, “si lo mismo hicieran mis hijos…” pensaba el hombre, “pero terminando el entrenamiento del burro les enseñaré también a ellos y después a mis vecinos” se decía mientras seguía trabajando sin restar atención al proceso del animal.
Sus expectativas crecieron, se sentía eufórico “pero que tontería”, pensó un día, “¿cómo no se le ocurrió a nadie antes?, estoy solucionando el problema del hambre en el mundo”.
Mientras tanto, el pobre asno murió de hambre.
Cuando el campesino encontró el cuerpo, se sentó sobre una piedra poniéndose a llorar inconteniblemente “qué desgracia, justo cuando ya casi había aprendido, ¿cómo viene a morirse en este momento? Tanto esfuerzo para nada…” era su lamento.
